El dolor de pensar y
el de sentir,
el dolor de las ideas,
el dolor del corazón.
El dolor del ser, el
proveniente de Adán y Eva
y aquella manzana…
Ese dolor inevitable y
sin fundamentos suficientes,
ese dolor casi
inventado por una situación inconveniente
en la vida de un ser
humano demente
que a veces es tan
cruel que no sabe ya si siente.
Ese ser humano que a
veces sonríe,
goza, e incluso ama.
Ese ser humano que
conversa momentos inolvidables
dejando un lado los dolores
para pasar un rato agradable.
Ese ser humano que no
logra combatir las consecuencias de sus decisiones
por inmadurez o por
entrar en profundidad con las razones.
Ese ser humano que
disfruta llorar al igual que sonreír,
que no sabe que
caminos elegir, incluso cuando sus dedos
han escrito libros
acerca de opciones caminos y decisiones.
Ese ser humano con corazón
poeta, mente poeta y vida rudimentaria.
Ese ser humano que
goza ser humano, pero le gustaría ser divino.
que le duele pensar en
la mortalidad pero igual le dolería la eternidad.
Ese ser humano
confuso, con poco corazón pocas ideas pero demasiada poesía,
letras en exceso y
este fenómeno que se apodera de su ser cuando quiere.
Un fenómeno
incontrolable que a veces ni razón tiene,
un fenómeno extraño
que la humanidad llama
escritura
y la divinidad
escrituras.
Este ser humano que
con letras intenta arreglar su vida
pero lo único que
logra es posponer el duelo y alargar el sentimiento,
lo único que logra es
revivir el pasado precipitándose al futuro
lo único que logra es
estremecer sus sentidos,
provocando lagrimas y animando
al corazón a vivir un día mas
afrontando el presente,
sin olvidar el pasado
y sin dejar de soñar
el futuro.
Lo único que logra es
arrullarse con letras
consolarse con
palabras
e idealizar el mundo
con su pobre poesía.
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